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EJERCICIOS ESPIRITUALES

Uno de los apostolados de nuestra comunidad religiosa es la predicación de los Ejercicios Espirituales según el método de San Ignacio de Loyola. A lo largo de la historia de la Iglesia los ejercicios han probado ser una escuela de santidad donde se forjaron numerosos santos y santas, y han sido objeto de especial atención y alabanza por parte de los Romanos Pontífices. Los invito a la luz de la encíclica Mens nostra del papa Pío XI, consagrada a los Ejercicios Espirituales, meditar en la grandeza de los mismos. Que sirva de incentivo a realizar estos ejercicios.

Remedio para los males de nuestro tiempo. Dice el Santo Padre «La más grave enfermedad que aflige a nuestra época, siendo fuente fecunda de los males que toda persona sensata lamenta, es la ligereza e irreflexión que lleva extraviados a los hombres. De ahí la disipación continua y vehemente en las cosas exteriores; de ahí la insaciable codicia de riquezas y placeres, que poco a poco debilita y extingue en las almas el deseo de bienes más elevados, y de tal manera las enreda en las cosas exteriores y transitorias, que no las deja elevarse a la consideración de las verdades eternas, ni de las leyes divinas, ni aun del mismo Dios, único principio y fin de todo el universo creado; …Pues para curar esta enfermedad que tan reciamente aflige hoy a los hombres, ¿qué remedio y qué alivio mejor podríamos proponer que invitar al piadoso retiro de los Ejercicios Espirituales a estas almas débiles y descuidadas de las cosas eternas? »

Para formar hombres. Esta es una tarea de gran importancia para la sociedad: la formación de hombres y mujeres sanos y santos. «  Los Ejercicios Espirituales tienen un maravilloso poder, así para perfeccionar las facultades naturales del individuo como principalmente para formar al hombre sobrenatural o cristiano… vemos muy bien por experiencia cómo en los Ejercicios Espirituales hay una fuerza admirable para devolver la paz a los hombres y elevarlos a la santidad de la vida; lo cual también se prueba por la larga práctica de los siglos pasados, y quizá más claramente por la de nuestros días, cuando una multitud casi innumerable de almas, que bien se han ejercitado en el sagrado retiro de los Ejercicios, salen de ellos arraigadas en Cristo y edificadas sobre Él como sobre fundamento. »

Para formar apóstoles. «Pero de esta plenitud de vida cristiana, que a todas luces producen los Ejercicios Espirituales, además de la paz interior, brota como espontáneamente otro fruto muy exquisito, que redunda egregiamente en no escaso provecho social: el ansia de ganar almas para Cristo, o lo que llamamos espíritu apostólico.»

Finaliza el santo padre : « La excelencia de la doctrina espiritual, enteramente apartada de los peligros y errores del falso misticismo, la admirable facilidad de acomodar estos Ejercicios a cualquier clase y estado de personas, ya se dediquen a la contemplación en los claustros, ya lleven una vida activa en negocios seculares; la unidad orgánica de sus partes; el orden claro y admirable con que se suceden las verdades que se meditan; los documentos espirituales, finalmente, que, una vez sacudido el yugo de los pecados y desterradas las enfermedades que atacan a las costumbres, llevan al hombre por las sendas seguras de la abnegación y de la extirpación de los malos hábitos, a las más elevadas cumbres de la oración y del amor divino: sin duda alguna, tales son todas estas cosas que muestran suficiente y sobradamente la naturaleza y fuerza eficaz del método ignaciano y recomiendan elocuentemente sus Ejercicios… Si por todas partes y por todas las clases de la sociedad cristiana se difundieren y diligentemente se practicaren los Ejercicios Espirituales, seguirá una regeneración espiritual; se fomentará la piedad, se robustecerán las energías religiosas, se extenderá el fructífero ministerio apostólico y, finalmente, reinará la paz en los individuos y en la sociedad.»

Les invitamos a hacer estos santos ejercicios y a aprovechar de este tesoro que deseamos extender con nuestro apostolado en todos los lugares en que la divina providencia nos conducirá para la extensión del reino de Cristo en las almas y en la sociedad.

Ad Majorem Dei Gloriam!

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